domingo, 19 de mayo de 2013

La administración del hambre en tiempos de la biopolítica.


La administración del hambre en tiempos de la biopolítica.

PRIMERAS CONSIDERACIONES

El hambre se ha constituido como un elemento esencial a la hora de pensar la historia de la humanidad, incluso podríamos afirmar que gran parte de los conflictos que han azolado al mundo deben su origen a esta problemática. La sensación del hambre indica en forma directa su saciedad por medio de los alimentos, de ahí la estrecha relación entre falta y satisfacción. Tal binomio se ha configurado a partir de profundos desequilibrios y desigualdades. Según los estudiosos del problema históricamente en la falta ha recaído el protagonismo principal. Si bien, no es posible cuantificar o cualificar la experiencia del hambre, las estadísticas de los organismos que estudian tal fenómeno, hablan de alrededor de 24. 000 personas que fallecen cada día por causa de este flagelo, la mayoría niños de menos de 5 años. Por otra parte, la FAO indica que cerca de 800 millones de personas padecen de hambre en el mundo. Cifras que aumentan progresivamente debido a la actual crisis de alimentos que sufre el planeta. A partir de estos datos, podríamos pensar que el hambre remite solamente a un problema fisiológico y económico, que tendría solución a partir de la implementación de políticas adecuadas en este orden. Pero al parecer, el problema del hambre implica una infinidad de elementos que subyacen en otras esferas del desarrollo del propio ser humano, y guardan estrecha relación con la seguridad, la política, la cultura, etc.

En este sentido, podríamos afirmar que el hambre es una falta constitutiva del ser humano, falta que siempre hay que saciar y que determina muchas veces el futuro de poblaciones enteras. Al respecto, la falta de alimentos, se comporta como una de las más importantes para la mantención de la vida (ζωή). El problema que subyace entorno a la manifestación de tal falta, es la relación directa que tiene el hambre con la política, y más propiamente con determinados marcos administrativos y gubernamentales que planifican y regulan la circulación, acceso y emergencia de determinados alimentos. En este contexto, lo lógico sería pensar que desde siempre el hombre ha instaurado determinadas estructuras políticas y económicas para administrar la producción de alimentos, y de esta forma contribuir a la satisfacción del hambre. Desde la óptica marxista, se habla de diferentes modos de producción históricos: comunidad natural, esclavista, feudal, capitalista y comunista.1 Para el marxismo, cada modo de producción reproduce determinadas formas de riqueza, lo cual determina las posibilidades de satisfacción de las necesidades básicas de determinado grupo humano. Sin embargo, ¿es posible pensar desde otro punto de vista tal problemática?, en otras palabras ¿es factible que lo constitutivo y decisivo en el ámbito del poder es precisamente la administración de la falta? Tal interrogante, nos conduce al punto que trataremos en las siguientes líneas. Asunto que remite a la estrecha relación entre hambre y el concepto de biopolítica. En este sentido, pensar el hambre en la actualidad, es pensar en los mecanismos de control y sujeción que penetran los cuerpos e inscriben en éste las prácticas institucionales del saber/poder de determinado ente gubernamental. De ahí que en los cuerpos desnutridos por efectos de las políticas económicas, mal alimentados por efectos de los estereotipos de belleza que transmiten los medios de comunicación, o afectados por patologías propiciadas por la mala calidad de los alimentos, se encuentren las huellas y los indicios de una política que apuesta a la administración de la vida y de la falta; en palabras de Zúñiga “un cuerpo prendado por dispositivos de integración productiva.”2
Para Foucault, este poder sobre la esfera de la vida, alcanza su forma más acabada durante el siglo XIX, proceso que hunde sus raíces siglos atrás, con la emergencia de las sociedades disciplinarias. De igual forma, el filósofo advierte la existencia de una compleja tecnología para el sometimiento de los cuerpos, a tal proceso se le denomina tecnología de doble faz, la cual se articula a través del control del cuerpo (anatomopolítica) y la población (biopolítica). En las siguientes líneas, analizaremos algunas claves de la administración del hambre a partir de estos conceptos.

ACERCA DE LA BIOPOLÍTICA

Ciertamente el término “biopolítica” procede de los análisis que realizó Foucault de las sociedades disciplinarias, las referencias al concepto se pueden encontrar en gran parte de sus textos, destacándose explícitamente esta problemática en los libros “el Nacimiento de la Biopolítica” y en “Seguridad, territorio y población”. Sin embargo, su prematura muerte, le impidió proseguir con sus investigaciones. Así, en la figura de Giorgio Agamben encontramos la continuación y profundización del concepto. Si bien, Foucault y Agamben ponen el término de biopolítica en la palestra del debate filosófico y político, los dos pensadores presentan claras diferencias a la hora de abordar el tema. Para el primero de ellos, el concepto de biopolítica surge a partir del siglo XIX, con el progresivo desplazamiento del poder soberano hacia todos los ámbitos de la vida de sus súbditos: “sin embargo, nunca las guerras fueron tan sangrientas como a partir del siglo XIX e, incluso salvando las distancias, nunca hasta entonces los regímenes habían practicado sobre sus propias poblaciones holocaustos semejantes. Pero ese formidable poder de muerte­ ̶ y esto quizá sea lo que le da una parte de su fuerza y del cinismo con que ha llevado tan lejos sus propios límites ̶ parece ahora como el complemento de un poder que se ejerce positivamente sobre la vida, que procura administrarla , aumentarla, multiplicarla, ejercer sobre ella controles precisos y regulaciones generales. Las guerras ya no se hacen en nombre del soberano al que hay que defender; se hacen en nombre de la existencia de todos; se educa a poblaciones enteras para que se maten mutuamente en nombre de la necesidad que tienen de vivir.”3 En esta lógica, para Foucault el genocidio es consustancial a los poderes soberanos, a raíz del cual, estos ejercen el total control sobre la especie, la raza y la población en general.

Por otro lado, para Agamben, la política misma es una relación de exclusión – inclusión de la ζωή, proceso que se materializa con la excepción de la nuda vida. Agamben encuentra el clímax de tal proceso en el campo de concentración. La originalidad de su pensamiento consiste en poner en cuestión la relación del poder soberano y la vida, instalando como eje directriz de sus análisis la relación entre la normalidad y la excepción: “la presente investigación se refiere precisamente a ese punto oculto en que confluyen el modelo jurídico- institucional y el modelo biopolítico de poder. Uno de los posibles resultados que arroja es, precisamente, que esos dos análisis no pueden separarse y que las implicaciones de la nuda vida en la esfera política constituyen el núcleo originario – aunque oculto – del poder soberano. … la biopolitica es, en este sentido tan antigua al menos como la excepción soberana.”4 Si bien, es posible recocer entre Foucault y Agamben diferencias programáticas a la hora de pensar la biopolítica, sus postulados en líneas generales plantean la inquietante relación entre el cuerpo y la inscripción del poder sobre este último. Se trata de buscar en los cuerpos inscritos por las prácticas institucionales, las huellas, cicatrices, heridas, etc., del poder disciplinante. Por su parte, el hambre como necesidad fisiológica se encuentra en el entramado de una multiciplicidad de relaciones de poder/saber. En esta dirección, el hambre y la gestión gubernamental, encontrarían su punto de intercepción en la administración y ejecución de las políticas de seguridad.

La biopolítica centra sus análisis en las nuevas tecnologías del poder que ya no recaen sobre un territorio, ni sobre los individuos, sino que éstas se ejercen sobre la población. De ahí la importancia de los procesos biológicos del ser humano y su relación con la optimización de la vida, en el marco del vaciamiento de las fuerzas vitales del sujeto. Se trata de la colonización del poder en todos los ámbitos donde se desarrolla el viviente. Sin duda, tal proyecto hunde sus raíces en el mismo desarrollo del concepto de soberanía. Por cierto, en las ideas esbozadas por Hobbes, encontramos remanentes de esta progresiva colonización de la vida por parte del poder. Específicamente, en el Leviatán, se encuentra la idea de una potestad soberana como un poder que hacía morir y dejaba vivir: “este poder soberano se alcanza por dos caminos. Uno es la fuerza natural. Así sucede cuando un hombre hace que sus hijos y los hijos de éstos se sometan a su gobierno como siendo capaz de destruirlos si rehúsan. O cuando mediante guerra somete a sus enemigos a su voluntad, dándoles la vida con esa condición. La otra es cuando los hombres acuerdan voluntariamente entre ellos mismos someterse a un hombre, o asamblea de hombres, confiando en ser protegidos por él o ella frente a todos los demás.”5 Por otro lado, la biopolítica aparece como un poder que consiste en hacer vivir y dejar morir. De ahí que la relación entre soberanía y territorio entre en una suerte de crisis, desde ahora la relación que adquiere importancia es la correspondencia entre seguridad y población.

Al establecer una cierta genealogía de la biopolítica, encontramos en los análisis de las sociedades disciplinarias realizado por Foucault los indicios y marcos conceptuales de tal proyecto. A lo anterior, se agrega las nuevas tecnologías de control y exclusión que fueron apareciendo con la emergencia del poder disciplinante y la necesaria vigilancia de la población. Ejemplo de lo anterior, es el concepto de panóptico desarrollado por Bertham: “ Si fuéramos capaces de encontrar el modo de controlar todo lo que a cierto numero de hombres les puede suceder; de disponer de todo lo que los rodea a fin de causar en cada uno de ellos la impresión que quisiéramos producir; de cerciorarnos de sus movimientos, de sus relaciones, de todas las circunstancias de su vida , de modo que nada pudiera escapar ni entorpecer el efecto deseado, es indudable que un medio de esta índole sería un instrumento muy potente y ventajoso, que los gobiernos podrían aplicar a diferentes propósitos, según su trascendencia.”6 De aquí el interés de Foucault por el panóptico como paradigma de las sociedades disciplinarias. De igual manera, en “Historia de la Locura” Foucault pone en evidencia el disciplinamiento que acontece en la formación del asilo, en el cual, se constata la instalación de una moral y tecnologías coercitivas que penetran la propia voluntad y el cuerpo del enajenado. En este plano, las metodologías terapéuticas implementadas por Tuke y Pinel, permiten la extrapolación de las grandes estructuras de la sociedad burguesa y de sus valores al ámbito de la locura7, en las cuales, predomina siempre un elemento coercitivo y autoritario. De este proceso, se desprenden la serie de relaciones binarias: falta / castigo; familia / padre; enfermo / medico. Por cierto, relaciones en las cuales, se agrega la díada “falta / administración de la falta” o “hambre / administración del hambre”.

Por otra parte, Negri reconoce en los análisis de Foucault, la preparación del terreno para los estudios de las sociedades de control y el funcionamiento de los mecanismos de coerción del poder imperial. Para el autor de “Imperio”, las sociedades disciplinarias son aquellas donde el poder se ejerce a partir de una red difusa de instituciones, las cuales actúan sancionando y excluyendo las conductas desviadas, estableciendo el terreno de la sin razón como espacio de estas últimas. Para Negri, la sociedad disciplinaria caracteriza al primer periodo de acumulación capitalista. Por el contrario, las denominadas sociedades de control, se sitúan en los bordes de la misma sociedad de consumo. Características de éstas son la inclusión del poder disciplinante en las prácticas cotidianas y comunes del sujeto, el control se extiende más allá de las capacidad reguladora de la institución: “el biopoder es una forma de poder que regula la vida desde su interior, siguiéndola, interpretándola, absorbiéndola y rearticulándola. El poder sólo puede alcanzar un dominio efectivo sobre la vida de la población cuando llega a constituir una función vital, integral, que cada individuo apoya y reactiva voluntariamente.”8

En este breve esbozo del concepto de biopolitica, es fundamental la problematización que introduce Agamben, fundamentalmente con la instalación de los conceptos antiguos de ζωή y βίος. El primero remite a la simple vida natural, y el segundo a una forma vida cualitativa. Agamben basa su argumentación a partir de la separación de la ζωή que establece Aristóteles al momento de definir la inmanencia de una comunidad política. Éste crea una demarcación de lo que debe estar dentro y fuera de la polis, de ahí que la simple vida queda excluida del espacio político. Ésta queda expulsada al espacio coercitivo del οίκος (casa o hacienda). La actividad política emergería a partir de esta exclusión. Tal operación puede reconocerse en la relación cultura-naturaleza, operación donde la ley establece el límite entre el afuera y adentro.

Ahora bien, lo que le interesa a Agamben es la determinación de la política por medio de la exclusión de la vida natural, conexión que subyace a gran parte de la política moderna. Sin embargo, la originalidad del pensamiento de este último, consiste en plantear una suerte de relación exclusiva – inclusiva de la ζωή en la política, concatenación paradigmática que encuentra en la figura de la excepción su punto central. En este plano, Agamben realiza una radical crítica a la forma como se ha planteado tradicionalmente la política occidental: “la afirmación según la cual « la regla vive sólo de la excepción » debe ser tomada pues literalmente. El derecho no tiene otra vida que la que consigue integrar dentro de sí a través de la exclusión inclusiva de la exceptio: se nutre de ésta y sin ella es letra muerta. En este sentido realmente el derecho «no tiene por sí mismo ninguna existencia pero su ser es la vida misma de los hombres ».”9 En este contexto, es a partir de la excepción que se debe pensar la política, lo que trae como consecuencia el surgimiento del campo de concentración como paradigma de la modernidad; en el cual, la excepción se convierte en la regla.

LA ADMINISTRACION DEL HAMBRE

Al plantear el tema de la administración del hambre, estamos afirmando como desde el horizonte de la biopolítica, es posible la regulación de la falta y las tecnologías que se disponen para este cometido. Al respecto, en el texto “Si esto es un hombre” de Primo Levi, este habla de un “hambre viviente”10 para referirse a la situación que se vivía en el campo de exterminio. En su dramático relato, Levi habla de toda una suerte de dispositivos de control y de seguridad dispuestos en torno a la alimentación de los detenidos; horarios para cada comida, la dudosa calidad y origen de los alimentos, establecimientos de ciertos rituales al momento de comer, regulación y desregulación de la cantidad de alimentos, y prerrogativas y privilegios a determinados presos: “es bien sabido que sólo los números altos son capaces de quedarse con el pan en el bolsillo; ninguno de nosotros, los antiguos, esta en condiciones de conservar el pan durante una hora entera. Varias teorías circulan para justificar esta incapacidad nuestra: el pan comido poco a poco a veces no se asimila del todo ; la tensión nerviosa necesaria para guardar el pan, sin atacarlo cuando se tiene hambre, es nociva y debilitante en grado sumo, el pan endurecido pierde rápidamente su valor alimenticio.”11 Esta suerte de control sobre el hambre, que impone límites, categorías, y demarcaciones, se enmarca en lo que Agamben entiende el como paroxismo de la política moderna, que se trasunta como sostuvimos anteriormente, en el campo de exterminio. Lugar donde los cuerpos están disponibles para el total control y regulación de sus carceleros.

Por consiguiente, habría que entender hoy el hambre como un espacio de carencia fisiológica, donde recaen gran parte de las tecnologías de control. En este sentido, las enormes campañas publicitarias realizadas por las grandes industrias de la alimentación, han instalado una serie de imaginarios colectivos en torno al consumo y la satisfacción del hambre, e incluso a través de la publicidad se ha dispuesto la falsa idea de que la falta es finita y que finalmente es posible saciar. Por cierto, que tal argumento se enmarca en el contexto de una economía global que predica el consumo desenfrenado. En palabras de Sontag,12 el capitalismo avanzado exige la expansión ilimitada de todas las necesidades, en una economía basada en la gratificación irracional del deseo, que tiene siempre la resultante satisfacción / insatisfacción.

Un tema relevante a la hora de hablar de la administración del hambre, es la asociación entre seguridad y población, tales elementos se encuentran su articulación bajo el concepto de gubernamentalidad. Al gobierno le compete la administración de la ciudad, donde el concepto de “circulación” es fundamental a la hora de determinar las políticas se seguridad. De ahí que van a aparecer una serie de dispositivos y tecnologías de control cuya función será intervenir en lo que se denomina el medio. Foucault reconoce en el medio un elemento fundamental, donde se desarrollan las acciones que transcurren en la ciudad o cualquier asentamiento humano: “Los dispositivos de seguridad trabajan, fabrican, organizan, acondicionan un medio aun antes de que la noción se haya constituido y aislado. El medio será entonces el ámbito en el cual se da la circulación. Es un conjunto de datos naturales, ríos, pantanos, colinas, y un conjunto de datos artificiales, aglomeración de individuos, aglomeración de casas, etc.”13 La función del gobierno es entonces implementar una serie de políticas que puedan asegurar la subsistencia del medio en una forma segura; como por ejemplo: la importancia del control de la natalidad, la producción de determinados alimentos, la creación de estadísticas, la construcción de caminos, etc.

A partir de lo esbozado anteriormente, estaríamos en condiciones de formular la siguiente interrogante ¿pero cuál es efectivamente la relación que subyace entre el hambre, la seguridad y la administración de la falta?, una posible respuesta a tal pregunta, la encontramos en el análisis que realiza Foucault de los dispositivos de seguridad en el contexto de la racionalidad gubernamental14 que comenzaba a esbozarse a mediados del siglo XVII. Aquí, se explícita como el soberano se convierte en un arquitecto del espacio disciplinado, pero a la vez también asume el papel de regulador de un medio. En este plano, la labor del soberano es permitir, asegurar y garantizar la circulación de personas, alimentos, mercancías, etc., en un medio especifico. Posteriormente, el soberano y en general el aparato gubernamental del periodo pre-capitalista, debió enfrentar el problema de la escasez de alimentos, problema tremendamente peligroso para la mantención del orden, ya que la escasez era sinónimo de revuelta en aquella época. Foucault investiga como en una primera instancia, en la Francia de los siglos XVII y XVIII, se implementaron una serie de acciones políticas, administrativas y disciplinarias para impedir la escasez (limitación de precios, prohibición de almacenar, limitación de la exportación, limitación de la extensión de los cultivos, etc.) . Sin embargo, tales medidas resultaron un fracaso, ya que al contrario del efecto deseado, las medidas provocaron que en general los campesinos se abstuvieran de realizar sus cosechas, ya que para éstos tal actividad se convirtió en muy poco rentable. A partir de tales problemáticas, surgieron diferentes opiniones para enfrentar el tema de la escasez, dentro de tal espectro de argumentaciones, la Escuela Fisiocrática comenzó a plantear como principio fundamental para superar el problema, la libertad de comercio y la libre circulación de granos. Pero más allá de lo meramente económico de aquellas medidas, lo que subyace a las políticas administrativas de la Escuela Fisiocrática, es para Foucault, un gran cambio en lo relativo a las técnicas de gobierno y los dispositivos de seguridad: “ en otras palabras , el principio de la libre circulación de granos puede leerse como la consecuencia de un campo teórico , y al mismo tiempo como un episodio en la mutación de las tecnologías de poder y en el establecimiento de la técnica de los dispositivos de seguridad que a mi aparecer es característica o es una de las características de las sociedades modernas.”15

De lo anterior, se desprende que la libre circulación se convirtiera en el mejor mecanismo contra la escasez y la revuelta, ya que el constante flujo de alimentos, personas, mercancías, etc., estableció por sí mismo, un cierto ordenamiento del medio, en el cual, la satisfacción de las necesidades pasaron al ámbito privado del individuo. Desde ahora, cada sujeto desarrollará sus propias estrategias para insertarse en el medio y lograr acoplarse al dinamismo del proceso económico. En esta lucha individual, lo colectivo queda relegado a la fiesta o a las conmemoraciones religiosas. A partir de este ejemplo, podemos realizar una serie de extrapolaciones entre las condiciones actuales que impone el capitalismo globalizado y la administración del hambre. Podríamos afirmar que la liberalización de las grandes economías y su esquizofrénico consumismo, han propiciado que falta se convierta en una constante. La libre circulación, permite la siempre seductora permanecía de la mercancía; como así mismo, las posibilidades siempre presentes de saciar las carencias. De ahí que el sujeto moderno ocupe gran parte de su tiempo y vida en pro de satisfacer su falta, y conseguir los alimentos, que inevitablemente están supeditados a la relación dinero – mercancía. Sin duda, tal operación que distribuye tiempos, horarios, emplazamientos, y que impide el necesario tiempo de reflexión frente a un determinado contexto, se ha constituido para los entes gubernamentales en un importante mecanismo de seguridad.

En esta lógica, el proceso político, económico y de seguridad que empieza a operar con los postulados de los fisiócratas, (y su teoría de la libre circulación de bienes y dinero) en cierta medida, establece, una linealidad histórica con las actuales políticas neoliberales que se han implementado en varios lugares del planeta. De alguna forma, en las incipientes políticas económicas de los fisiócratas, se configura una conciencia unitaria de la sociedad. Que en este caso, se basa en que finalmente todos los habitantes de determinado medio, determinan la saciedad de sus faltas en función de la libre circulación. De esta forma, se determina una cierta red social, donde cada individuo cumple una función en pro de asegurar la permanecía del medio. Ciertamente, aquí podemos establecer ciertos paralelos entre las ideas de los fisiócratas y los análisis que realiza Lukács del capitalismo y el fenómeno de la cosificación. Parafraseando a Lukács, el capitalismo ha sido el primer sistema económico y político que a la par de producir una estructura económica unificada para toda la sociedad, ha producido a la par una estructura de conciencia formalmente unitaria16. Esta estructura unificada de conciencia, se manifiesta particularmente en que las ideas de la clase dominante pasan hacer las ideas del conjunto de la sociedad. Unas de las consecuencias de tal proceso, es el surgimiento de una actitud contemplativa por parte del trabajador; frente a un proceso regulado por leyes mecánicas y que se desarrolla fuera de su conciencia. Así, el tiempo de la producción y de la circulación de mercancías, se transforma en el tiempo de la sociedad. Tales procesos, emergerían, en cierto sentido, con la Escuela Fisiócrata, de ahí a los dispositivos maquínicos y de sometimiento semiótico de que hablará Deleuze y Guatari17sólo haya una distancia de tiempo.

En este proceso de administración del hambre, la comida o en general los alimentos que satisfacen la ocurrencia de la falta, determinan una suerte de sociología de la comida18, en este proceso el hambre abandona su esfera meramente fisiológica y pasa a constituirse con la comida en una esfera de interacción social. Esta interacción supone la ocurrencia de límites, categorías, exclusiones, inclusiones, etc. Como lo constata Simmel, a través de la historia y las diferentes culturas, es posible observar ciertos disciplinamientos en este orden: “ así, el Cambridge Guild en el siglo XI ordena una elevada multa para aquel que coma y beba con el asesino de un miembro de un gremio; así , el concilio de Viena del 1267, en su tendencia fuertemente orientada contra los judíos, dispone específicamente que los cristianos no debían tener con éstos ningún comunidad de mesa ; así en la India la mancha debida a comer con alguien de casta inferior tiene en ocasiones consecuencias mortales.”19 En este ámbito, en que la alimentación, se constituye como un orden sociológico, surgen también aspectos estéticos. En la medida en que la comida se dispone como lugar de reunión y convivencia, se desarrolla todo un simbolismo del comer. De hay la existencia de horarios, decoración, normas de comportamiento, y que la misma comida entre en una dimensión estética, esteticismo que desemboca finalmente en el arte culinario o la gastronomía20.

Sin embargo, se constata que en los sectores sociales de menos recursos, el comer se centra en el hecho de saciar la falta, aquí el hambre es básicamente fisiológica. Por el contrario, en los sectores más acomodados el hambre es un elemento que articula toda una escenografía del comer. Destacable en este punto, es la labor que cumplen los medios de comunicación y publicitarios en el refuerzo de determinados patrones de conducta y consumo. Las hiperbólicas imágenes de determinados productos, y la imposibilidad de acceder muchas veces a ellos, instalan desde ya la falta o la imposibilidad de saciar el hambre como condición para una gran parte de la población. En estos entramados comunicacionales, sin duda, directa e indirectamente se establecen mecanismos de seguridad, ya que tal publicidad clasifica, delimita, excluye, etc., a diferentes sectores a partir del acceso que tienen a determinados productos. Los datos o estadísticas que se pueden desprender de tales acciones posibilitan la planificación de estrategias que delimitan cada vez más las especificidades de los consumidores (edad, poder adquisitivo, profesión, etc.) . De ahí que cada producto tenga su particular esfera de potenciales compradores, lo que determina finalmente, una red de patrones de comportamiento, que hacen emerger subjetividades en función del producto que se consume. Así, la subjetividad queda prendada de la administración de determinados marcos reguladores de la producción de mercancías, tal relación de mutua dependencia se solidifica como natural y consustancial a la esfera de la propia vida.

Por su parte, desde la gubernamentalidad se administra la circulación de tales espacios, apostando a la libre resolución de la falta. En este plano, si una parte constitutiva la seguridad consiste en limitar y excluir ciertos elementos en función de asegurar la permanencia de una totalidad, hay, sin duda, en estas acciones una administración del hambre; política que persigue en una forma más profunda, la captación y el control del sujeto a partir de sus necesidades fisiológicas. Resguardando de esta forma, la permanencia del medio, la circulación y la población.

Este proceso de control y colonización de la vida, no sólo encuentra en el hambre una cuota importante de manipulación, según la opinión de Rubert de Ventós21, el deseo erótico aparece también como instrumento de integración de los deseos de los individuos. Tal integración del deseo a las esferas de la administración de determinado poder, sólo se limita a hacer cómplice de la reproducción del sistema. Algo similar ocurre con el hambre, la tarea cíclica de saciar constantemente la falta, bajo los parámetros de la administración la misma falta, determina al hambre como un dispositivo más de control. Tal operación, se determina como un eterno ciclo que recuerda el mito de Perséfone, en el cual, esta siempre vigilante regresa del frío infierno para sembrar la primavera. Así, el hambre en tiempos de la biopolítica, se ha transformado en un área privilegiada donde asentar los dispositivos de seguridad.

A pesar del laberíntico entramado que encierran los aparatos administrativos del poder biopolítico, todavía quedan ciertas resistencias que pasan por la administración de la propia hambre. Nos referimos en este caso, a la huelga de hambre,22 y a su dimensión política, que desde la falta del propio sujeto, se constituye como una herramienta ética y subversora del poder. A través de tal acción, el huelguista parece anunciar desde su carencia la posibilidad de recuperar su condición de ser humano a partir de volver él mismo a administrar su hambre. En términos más poéticos, se trata de pelear una guerra pero sin armas. Finalmente, el núcleo político de la huelga de hambre, reside en una especie de retorno del control del cuerpo al propio sujeto. Es decir el sujeto ejerce una especie de particular soberanía sobre sí mismo, poniendo en cuestión la sujeción que impone el poder soberano. Es esta acción extrema, el individuo cuenta solamente con la solidaridad que pueda ejercer su acción, de ahí el peligro de una eminente muerte, ya que el poder soberano, que en la actualidad se trasunta como biopolítica, no tolera la resistencia y crítica que se ejerce con la huelga. Pues el control del propio cuerpo, es hoy un acto de dislocación del poder, que puede traer como consecuencia el funcionamiento irregular de los dispositivos de seguridad y control.

NOTAS____________
1 Nikitin. P. Economía Política. Ediciones en lenguas extranjeras. Moscú, 1959.
2 Zúñiga, Rodrigo. La demarcación de los cuerpos. Ediciones metales pesados. Santiago de Chile, 2008.
3 Foucault, Michel. Historia de la sexualidad Tomo I. Ediciones siglo XXI. México, 2002, pág 165.
4 Agamben, Giorgio. Homo Sacer, el poder soberano y la nuda vida. Pre- Textos. España, 2003, pág 15-16.
5 Hobbes, Thomas. Leviatán. Editorial Losada. Buenos Aires, 2004, pág 167.
6 Bentham, Jeremy. El panóptico. Editorial Quadrata. Argentina, 2005, pág 15.
7 En el capitulo IV de Historia de la locura, Foucault desarrolla la idea de cómo a través de los métodos de Tuke y Pinel se establecieron una serie de medidas tendientes a mejorar las condiciones de permanencia de los locos en los recintos de encierro. Como por ejemplo: la abolición de los castigos, la liberación de algunos alienados, constitución de recintos con mejor infraestructura, etc., tales medidas se enmarcaron en un contexto de humanizar las condiciones en los recintos de encierro. Pero lo que subyace en tales acciones, es la sustitución del terror del encierro por la angustia cerrada de la responsabilidad. De esta forma, el asilo ya no será el que sancione conductas, sino el que organiza y administra la culpabilidad como conciencia de un sí mismo, culpa que guarda estrecha relación reciproca con el guardián.
8 Negri, Antonio, Michel Hardt. Imperio. Ediciones Paidós Ibérica, S.A. Barcelona, 2005, pág 44.
9 Agamben, G. OP.CIT. Pág, 42.
10 Levi, Primo. Trilogía de Auschwitz. Editorial Océano. Mexico, 2005, pág 102.
11 Ibíd., pág 103, 104.
12 Sontag, Susan. La enfermedad y sus metáforas, y el sida y sus metáforas. Editorial Taurus. Buenos Aires, 1996, pág 65.
13Foucault, Michel. Seguridad, territorio, población. Fondo de Cultura Económica. Argentina, 2007, pág 42.
14 Foucault reconoce a principios del siglo XVII, un cambio en la manera de cómo se constituyen las políticas gubernamentales preferentemente en el orden económico. A través de la regulación de las importaciones, exportaciones, control de los flujos de moneda, etc., se perfila una intervención del poder soberano en los súbditos que ya no es del orden de la violencia o la protección, sino que se perfilan una serie de técnicas que adquieren preponderancia sobre esferas aparentemente alejadas de la población, pero que se insertan en una lógica del cálculo, el análisis, y la reflexión que terminan actuando sobre el conjunto de las personas.
15 Foucault, OP. CIT.Pág 51.
16 Lukács, Georg. Historia y conciencia de clase. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1970.
17 Guattari introdujo la noción de sometimiento semiótico, para hacer explícito como los dispositivos de poder intervienen los espíritus y el mundo simbólico de los sujetos y no sólo los cuerpos como sostuviera Foucault. A la par Deleuze y Guattari denominan desterritorización maquínica a los desplazamientos que producen en los objetos las máquinas. En este punto, la máquina siempre modifica el lugar de quien la acciona, y al espectador de tal proceso.
18 Simmel, Georg. El individuo y la Libertad. Ediciones Península. Barcelona, 1986.
19 Idem. Pág 264.
20 la palabra “gastronomía” no tiene un significado literal del todo claro, ya que deriva del griego γαστρός “gaster” o “gastros” que quiere decir estómago y “gnomos”, conocimiento o ley (Conocimiento o estudio del estómago). El primer estudio de gastronomía o más bien Fisiología del gusto, fue realizado por Jean Anthelme Brillat-Savarin de finales del siglo XIX. Se diferenciaba de los tradicionales recetarios, compuestos por una sucesión de técnicas culinarias y recetas escritas desde tiempos remotos, en cuanto al estudio que presentaba acerca de los sentidos, en especial el del gusto y su estrecha relación con la comida.
21 Rubert de Ventós, Xavier. De la Modernidad. Ediciones Península. Barcelona, 1982.
22 Un caso emblemático en este punto, fue el de la activista mapuche Patricia Troncoso, quien estuvo por más de 100 días en huelga de hambre. Por cerca de tres meses se extendió su huelga (Noviembre 2007 a Enero 2008), siendo, sin duda, una de las movilizaciones de este tipo más largas en nuestro país. Finalmente, con su acción, la huelguista logró poner en la palestra el tema de las reivindicaciones de tierras del pueblo mapuche, y además establecer simbólicamente un gesto de disencia a través del uso de su cuerpo, lo que puede ser considerado como una verdadera performance del hambre.

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